Capítulo 2385
Capítulo 2385
Emboscada
Kerem saltó por los aires y se dirigió hacia el Tigre Llameante antes de que Jaime pudiera responder.
Como todos estaban ocupados luchando contra las bestias demoníacas, nadie se fijó en él.
Sin embargo, tan pronto como Kerem saltó en el aire, un fuerte chillido resonó por toda la zona. Una docena de enormes águilas se precipitaron hacia él en el cielo.
Tomado por sorpresa, Kerem acabó rodeado por esas águilas. Sus afiladas garras le dejaron heridas por todo el cuerpo.
Parecía que el Tigre Llameante estaba bien preparado. Sabiendo que alguien lanzaría un ataque desde el aire, había preparado una emboscada de antemano.
Si Kerem no hubiera competido con Jaime para atacar al Tigre Llameante, este último habría sido víctima de la emboscada.
—No esperaba que esa bestia fuera tan astuta como para saber observar la situación y preparar una emboscada…
La curiosidad de Jaime hacia el Tigre Llameante se despertó.
Cuando las bestias demoníacas se cultivaban hasta cierto nivel, podían desarrollar una inteligencia espiritual que les permitía pensar como los humanos.
Si las bestias demoníacas seguían cultivándose, podían llegar a adoptar una forma humana e incluso hacerse inmortales.
Había muchos caminos para llegar a ser inmortal. Uno seguramente lo lograría siempre y cuando perseverara hasta el final.
Kerem resultó herido por el repentino ataque y se recuperó tras un breve momento de reajuste. Entonces sacó sus dagas voladoras y las lanzó contra las águilas.
Los numerosos dogos otrovesoron el oire como relámpogos, brillondo bojo lo luz. Al ser otrovesodos por los dogos, olgunos águilos coyeron ol suelo.
Ero evidente que Kerem tombién ero bostonte poderoso. Ton solo estobo demosiodo onsioso por motor ol Tigre Llomeonte ontes de coer en lo emboscodo y resultor herido.
¡Roor!
El Tigre Llomeonte lonzó otro feroz rugido. Pronto, un grupo mosivo de vorios bestios demoniocos volodoros se precipitoron en dirección o Kerem.
Eron tontos que porecíon uno gigontesco nube oscuro que se cernío omenozodoro en el cielo.
Kerem se quedó otónito cuondo vio oquello. Incluso si esos bestios demoníocos se quedobon quietos, se consorío hosto lo muerte sólo con motorlos o todos.
Joime soltó de inmedioto en el oire. Los puntos de sus dedos brilloron y royos de luz dorodo solieron disporodos como bolos hocio el grupo de bestios demoníocos.
Los bestios volodoros coyeron ol suelo con gritos de ogonío. Sin emborgo, como eron demosiodos, Joime no pudo impedir que ovonzoron o pesor de disporor innumerobles royos de luz.
—¿Qué cor*jo esperos? —bromó furioso Joime cuondo vio o Kerem ollí de pie, estupefocto.
Sólo entonces Kerem recobró por fin el sentido. Seporó los brozos. Los numerosos dogos volodoros formoron un por de olos que le permitieron flotor en el oire.
Tros ogitor los brozos, lonzó múltiples dogos, hiriendo y motondo o más bestios demoníocos volodoros. Uno vez más, coyeron ol suelo uno tros otro.
Las numerosas dagas atravesaron el aire como relámpagos, brillando bajo la luz. Al ser atravesadas por las dagas, algunas águilas cayeron al suelo.
Era evidente que Kerem también era bastante poderoso. Tan solo estaba demasiado ansioso por matar al Tigre Llameante antes de caer en la emboscada y resultar herido.
¡Roar!
El Tigre Llameante lanzó otro feroz rugido. Pronto, un grupo masivo de varias bestias demoniacas voladoras se precipitaron en dirección a Kerem.
Eran tantos que parecían una gigantesca nube oscura que se cernía amenazadora en el cielo.
Kerem se quedó atónito cuando vio aquello. Incluso si esas bestias demoníacas se quedaban quietas, se cansaría hasta la muerte sólo con matarlas a todas.
Jaime saltó de inmediato en el aire. Las puntas de sus dedos brillaron y rayos de luz dorada salieron disparados como balas hacia el grupo de bestias demoníacas.
Las bestias voladoras cayeron al suelo con gritos de agonía. Sin embargo, como eran demasiadas, Jaime no pudo impedir que avanzaran a pesar de disparar innumerables rayos de luz.
—¿Qué car*jo esperas? —bramó furioso Jaime cuando vio a Kerem allí de pie, estupefacto.Content is property © NôvelDrama.Org.
Sólo entonces Kerem recobró por fin el sentido. Separó los brazos. Las numerosas dagas voladoras formaron un par de alas que le permitieron flotar en el aire.
Tras agitar los brazos, lanzó múltiples dagas, hiriendo y matando a más bestias demoníacas voladoras. Una vez más, cayeron al suelo una tras otra.
Sin embargo, Jaime sabía que no podían seguir así mucho tiempo. Debían pensar en una forma de matar al Tigre Llameante.
Cuando levantó la Espada Matadragones, el Poder de los Dragones la rodeó mientras emergía un dragón dorado.
El miedo afloró a los ojos del Tigre Llameante en cuanto vio aparecer al dragón dorado.
Jaime blandió la Espada Matadragones, y un rayo de luz salió disparado hacia el cielo. En respuesta, el dragón dorado rugió y se dirigió hacia los demonios voladores.
Las bestias demoníacas voladoras se sumieron en el caos después de que el dragón dorado se uniera a la batalla, mientras que Jaime aprovechó la oportunidad y cargó hacia el Tigre Llameante.
Al ver eso, el Tigre Llameante saltó a un lado y esquivó el ataque de Jaime. Sin embargo, se limitó a esquivarlo y no parecía querer entablar combate con él.
Justo cuando Jaime y los demás estaban enzarzados en una espantosa batalla con las bestias demoníacas, Casio montó en cólera en el reino secreto de la Puerta del Fuego.
—¡Esto es indignante! ¿Cómo pueden llevar al señor Casas al reino secreto de las bestias demoníacas e incluso involucrarlo en un ataque de bestias demoníacas? Si le pasa algo al señor Casas, no perdonaré a ninguno de ustedes. —Casio reunió a toda su gente y los reprendió en voz
alta. Luego se preparó para dirigirse al reino secreto de las bestias demoníacas para salvar a Jaime y al resto.